Monday 14 January 2008

LA CONFERENCIA DE PARÍS PERFILA EL FUTURO DE EUROPA


La I Conferencia de Paz en Europa, celebrada el pasado Diciembre en París bajo los auspicios del Consejo de Naciones, ha sido el marco en el que las Grandes Potencias han deliberado sobre el futuro del Continente.

Las Delegaciones nacionales y los miembros del Consejo de Naciones se reunieron en el Palacio del Elíseo donde, tras inaugurar la Conferencia con los Himnos Nacionales de los asistentes, degustaron un exquisito banquete preparado por los más renombrados cocineros franceses. Se desconoce la composición exacta de dicho Banquete (que se rumorea fue objeto de agrias disputas entre bastidores hasta el último momento), pero todos los asistentes coincidieron en alabar tanto la calidad de los diversos platos como la exquisita presentacion de los mismos. El soberbio champagne del brindis oficial por la Paz fue asimismo objeto de los mayores elogios.





Elocuentes Discursos

Tras la comida, el ambiente relajado y cordial -excepto por las gélidas miradas entre Ivan Nikolayevich Durnovo, Primer Ministro del Zar Ruso, y Clément Armand Fallières, Presidente de la República Francesa, que ocuparon asientos adyacentes por un inexplicable error de protocolo- dio paso a la alta política con la lectura de los discursos Oficiales de cada delegación.


Abrió la ronda Francia, como anfitriona, con una alocución densa y compleja que despertó el interés de todos los delegados a pesar de las muy diversas interpretaciones que éstos dieron de las palabras francesas. Siguió un durísimo discurso de Su Augusta Majestad Francisco José de Habsburgo quien, ante una estupefacta Asamblea, arremetió contra propios y extraños denunciando carencias y errores sin cuento en el ordenamiento político europeo de las últimas décadas y echando en cara a los Delegados (incluído el Presidente del Consejo de Naciones) la escasa atención prestada por las Grandes Potencias al bienestar de las gentes del Contienente. Tal fue el fervor desplegado por Su Majestad en la lectura del discurso, que varios Delegados Austrohúngaros temieron por la salud de su Monarca y pidieron discretamente al Médico presente que estuviera atento a cualquier signo de apoplejía en el augusto orador. Sin embargo, las palabras de Francisco José suscitaron una atronadora ovación de todos los delegados.

La intervención italiana, fiel al carácter desenfadado de eśta nación y de su Monarca, tuvo un carácter más informal y consistió en pedir a las Grandes Potencias que dejaran de lado sus enemistades seculares y se dedicaran a conseguir la Paz. Los Delegados escucharon con gran interés la florida prosa del monarca italiano, el cual recibió también una entusiasta ovación.



De especial interés resultó la alocución alemana a cargo del Canciller von Bülow, quien centró su discurso en la situación bélica actual, y resaltó el hecho de que las Fuerzas Armadas del Reich están desplegadas para poder intervenir en la mayoría de los conflictos regionales del convulso escenario norte. Von Bülow afirmó repetidamente que conviene al resto de las Potencias tener a Alemania como aliada, ya que ésta puede actuar a favor o en contra de muchos actores de la contienda, y dijo, lanzando significativas miradas a varios dirigentes europeos, que el Reich "tiende la Mano abierta . . . a Todos . . . para conseguir la Paz que Todos ansiamos".

Pasilleo en el Elíseo

Tras los Actos oficiales, los Delegados se enzarzaron en vivas discusiones por todo el Palacio. Un miembro del servicio del Elíseo, que no ha querido dar su nombre, ha declarado a éste Diario: "Era muy curioso, todods se vigilaban entre sí: los alemanes se acercaban a un grupo de rusos y todos los demas les miraban de reojo sin poder disimlarlo. Un italiano se iba con un general austrohúngaro al salón fumador, y los turcos se ponian a sudar y nos pedian mas bebidas. Era como estar en un nudo de víboras, si me permite la expresión".



La Caída de Inglaterra

Las animadas deliberaciones de los Delegados de la Conferencia fueron interrumpidas en varias ocasiones por los acontecimientos en el mundo real, fuera del Palacio. Especialmente dramático fue el momento en el que el Adjunto del Estado Mayor Británico irrumpió en la sala de conferencias y susurró al oído del Marqués de Salisbury, jefe de la delegación, el cual abandonó corriendo el recinto. El estupor inicial de los delegados dio paso a la commoción y el horror al ser informados por sus propios Estados Mayores de la capitulación del Gobierno en el Exilio de Liverpool y la caída del último bastión de soberanía británica. La desaparición de una de las naciones más antiguas del Orbe fue recuerdo suficiente para todos los delegados de lo que está en juego en la presente Guerra, y el espectro de Inglaterra planeó sobre el resto de la Conferencia, recordando a todos -grandes y pequeños- las consecuencias de cometer un error en lo que el Canciller von Bülow ha llamado "el Juego, grandioso y terrible, de la Diplomacia entre las Naciones".

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